viernes, 1 de marzo de 2013

EL JUEGO, COMO SOPORTE DEL DEPORTE

     El juego, suponemos es tan antiguo como la misma Humanidad. Cuando se analizan usos, costumbres, leyes, religiones, etc.etc.etc. En la historia de los hombres, el juego emerge como una actividad conectada a su cultura, no solo entre los niños sino también entre los adultos, existiendo casi siempre una neta división entre juegos de hombres y juegos de mujeres y por supuesto entre juegos de niños y juegos de adultos.
     Menciono aquí el hecho de que existe una diferencia significativa entre deporte y actividad física,
pero a los efectos de este artículo todavía sostendré el término deporte para hacerlo “jugar” con su significación anterior a esta nueva conceptualización.
     Ver jugar a un niño en la actualidad quizás sea en muchos casos, ver jugar a los “antiguos”.
      El que el hombre se abstrae del tiempo y del espacio comunes para “entrar” en un tiempo fantástico, mítico, abstracto en el que las reglas lógicas siguen otras coordenadas profundamente vinculadas a la voluntad, en este caso el deseo intrínseco de placer.
      Lamentamos que hoy los niños en muchas ciudades jueguen poco, excepto en algunos barrios donde todavía existen costumbres en los que priman valores familiares. Pero, hoy en día y, habría que realizar una investigación pertinente, los niños juegan poco, atraídos por el “ojo mágico” de la televisión o de las computadoras con sus juegos “electrónicos”, en los que el cuerpo solo actúa en forma minusválida, preferenciándose casi solamente el ojo y las manos.
     En este aspecto, juega por lo contrario una situación contraria al placer natural que se encuentra en todo juego cuando el cuerpo es su principal actor.
     Es el juego un inicio del principio de la libertad y de la creatividad, cuyas estructuraciones están íntimamente vinculadas.
     En el juego como en la música encontramos también una cierta melodía vinculada a la afectividad, muchos veces tramitada en cantos, a la armonía vinculada a la organización y al ritmo vinculado a la corporeidad. Aspectos éstos que permitirían visualizar a los juegos como formando parte del Arte. En este sentido como parte del Arte de Vivir.
     En los juegos los hombres expresamos nuestra personalidad y las diferentes proyecciones del yo tanto psicológico-objetivo como del yo subjetivo-trascendente. Un niño que juega, sabemos los psicólogos, podría salvarse de la desestructuración de su identidad, como en el caso de los niños psicóticos. Aquí soñar y jugar son hermanos de la salud psíquica. Toda una gama de expresiones tanto sensoriales como motores hasta las más elevadas, denominadas simbólicas, forman parte del juego humano. He aquí la diferencia entre los juegos de animales los que parecen siempre estar al servicio de la lucha por la sobrevivencia. En el hombre el juego está al servicio de fantasías, adaptaciones, liberaciones y sobre todo creatividad en la que la imaginación “por ser” esta en inmediata relación con el desarrollo pleno de las potencialidades de cada uno de nosotros. El juego también utilizado en los consultorios sirve como un elemento de diagnosis así también como una herramienta terapéutica. Allí donde la palabra falta, el juego adviene como un modo de comunicación inmediato y verídico.
     Así como en el niño, el juego en los adultos con severos problemas de identidad y trastornos de personalidad, puede llegar a ser una actividad favorecedora para su reinserción en la sociedad, no el único modo terapéutico pero si altamente complementario.
     Desde un punto de vista psicoanalítico, el jugar forma parte de la evolución psíquica del niño y siempre al servicio del despliegue sistemático de todo tipo de fantasías. Cuando una fantasía se desarrolla en el juego, una enorme cuota de placer deviene como consecuencia.
      Si a esto añadimos la importancia que tiene el juego para el yo que intenta constantemente mantener un equilibrio entre lo interno y lo externo, denominado “principio de homeostasis”, imaginemos la importancia fundamental que adquiere que nuestros niños jueguen y maduren a través del devenir de su estructura psico-social. Los niños mismos cambiarán sus juegos por otros a medida que así lo necesiten.
     Remito a los lectores interesados en este tema, que se vinculen con los profundos e interesantes textos que a partir de sus investigaciones han realizado psicólogos como Piaget y Winnicott. Solo a modo de ejemplo citaré lo señalado por Piaget (1956): “El niño jugando, elabora y desarrolla sus propias estructuras mentales”. Y Winnicott (l976) diciendo:”...el niño juega para expresar sentimientos, para controlar la ansiedad, para establecer contactos sociales y para integrar su personalidad”. Y añade este autor (l992): “..es bueno recordar que siempre que el juego es por si mismo terapia...En él y quizás solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores”. Desde ambas teorías pueden observarse dos posiciones aparentemente contrarias pero en realidad son complementarias y necesarias para comprender el fenómeno del juego desde dos culturas diferentes e, inferirse la importancia que el juego tiene en el desarrollo de la personalidad de los individuos, los que “a posteriori”, tendrían más posibilidades de acceso al deporte y al trabajo.
      La libertad también puede caldearse desde los juegos infantiles como desde los deportes de los adultos. Desde jugar en libertad a poder pensar creativamente hay solo mínimas magnitudes espacio-temporales.
     Es Huizinga (l980)quien sostiene que toda la cultura humana, a diferencia de otros autores más radicales, proviene del juego siendo su inmediata consecuencia. Dice Huizinga (1984): “...el juego es más viejo que la cultura, pues, por mucho que estrechemos el concepto de ésta, presupone siempre una sociedad humana y los animales no han esperado a que el hombre les enseñe a jugar”.
      Es este un punto importante porque tanto el hombre en todas las culturas y en todas las edades ha jugado y juega, también parecería ser que todos los animales cualesquiera sean sus “culturas”, también juegan. Quizás la diferencia entre ellos y nosotros sea que ellos juegan por una necesidad de sobrevivencia y nosotros por una necesidad de simbolización en nuestras vidas, al mismo tiempo que darle a las mismas un sentido trascendente.
     A través de los juegos los niños van confrontando su internidad con la realidad externa, permitiéndole modificar situaciones que pueden resultarles displacenteras, tal como “tener que ir al médico” y luego jugar al “médico”. Aquí el niño juega con la angustia que aquella situación le había provocado. Por esto hay juegos que se parecen a sueños y tal como en éstos, aquellos proporcionan una salida a la angustia y expresan un deseo inconsciente.

De este modo los juegos permiten al niño irse apropiando de una realidad que lo rodea bajo la forma cultural imperante y se adecua a ésta en tanto normas de convivencia oportunas para sus sentimientos de seguridad y pertenencia.
     Quizás podríamos aportar aquí la pirámide de Maslow en la que el ser humano en forma inmediata debería tener satisfechas sus necesidades biológicas, luego las de seguridad seguidas por las de reconocimiento social, continuadas por las de autoestima y por fin acceder a la autorrealización. El juego en esta pirámide y dentro de su estructura y estilo, estaría al servicio del cubrimiento de estas necesidades fundamentales para que el hombre acceda a lo mejor de sí. De un modo similar se encontrarían los deportes, los que siguen una línea directa en este sentido. Tanto el juego como el deporte, producen sentimientos de satisfacción biológica, psicológica, social, económica incluyendo la espiritualidad como forma más profunda de realización personal.
     Ya conocemos que el principal “soporte” del juego es el mismo cuerpo en forma integrada, aún cuando en ciertos juegos lo mismo que en ciertos deportes, se utilizan áreas preferenciadas que tienen relación con la actividad lúdica.
     De todos modos, también y como extensión del cuerpo y su mente, el niño y el deportista, utilizan objetos que podríamos denominar “transicionales” al estilo de Winnicott, tanto como juguetes naturales o tecnológicos específicos para cada juego o deporte. Hoy en día asistimos a la creación de tantos objetos tecnológicos que muchos juegos y deportes se apartan de las concepciones clásicas de tales, pero siempre guardando su esencialidad.
     Señalaremos aquí que la persona humana está inserta en un mundo de cosas que lo rodean (“Umwelt” mundo del entorno), y en relación con los otros semejantes (“Mitwelt”, ser con el otro) y todas sus experiencias volcadas hacia su mundo interno histórico (¨”Innenwelt”). Imposible dejar de mencionar que si bien cada cultura posee sus juegos y deportes condicionados por sus geografías, en todos los pueblos encontramos, como en los cuentos infantiles, similares fantasías, con toda seguridad vinculadas a lo que G. Jung ha presentado en su concepción del Inconsciente Colectivo.
     Posiblemente podríamos decir, “dime a que juegas y te diré quién eres”. Y, este ser que somos parece ya estar jugando dentro del vientre de nuestras madres, según se ha podido comprobar científicamente por los medios visuales que disponemos en la actualidad.
     Son muchos los autores psicólogos, antropólogos, pedíatras, etc., que se han interesado en el tema juego en forma constante y profunda, pero a los efectos de este artículo citaré solo una frase de Bernard Shaw (l948) que siempre me ha causado admiración: “El hombre no deja de jugar por que envejece, envejece porque deja de jugar”.
Estilos de juegos
     Caillois (1958) nos da una clasificación de los juegos basada en la variedad de posibles orientaciones del denominado “impulso lúdico” que todos los nombres tenemos y que a pesar de ciertas restricciones en algunas sociedades emergen como un destino directo de ese sentimiento de placer que acude en ayuda del hombre en el tránsito de los sufrimientos que muchas veces impone la realidad diaria.
     Cuando el juego presupone disciplina, constancia, cumplimiento de reglas, responsabilidad, estaríamos ante la presencia de Agon que es la competencia deportiva en general. Competencia que ya está presente en los juegos infantiles y que se coordina posteriormente acorde con las posibilidades otorgadas al niño y a posteriori al adulto deportista.
     La Alea los juegos son de naturaleza azarosa. Generalmente el chico cuando juega “aleatoriamente”, está dejando librado a lo casual, a lo sorpresivo, a lo no-normado, la posibilidad del juego. En este sentido podría asimilárselo a la improvisación en música, o en pintura, en escultura o inclusive a la misma literatura. Aquí la libertad provendría desde el interior del sujeto como desde las posibilidades de la realidad externa.
     Pero hay juegos denominados “Mimicry”, en los que la base está vinculada al “parecerse” al otro, ser “como el otro”. Juegos en los que la imitación es predominantemente un juego de identificación con un personaje ideal, admirado, reconocido. Quizás podamos incluir aquí aquellos juegos de ser un capitán del mar, un héroe, un príncipe, un salvador. De aquí al teatro un solo paso, ya que este aspecto del Arte los personajes que devendrían desde
Los “ditirambos” (fiestas en honor al dios Dionisios) que luego pasaron a Roma en honor a Baco, como “Bacanales”, a posteriori como “Carnestolendas” y luego “Carnavales”, pasan no solo a actores y actrices, sino también previamente a nuestra niñez con todo el inmenso placer de “haber conquistado el mundo”. De todos modos la “mimesis” forman parte de aquellas primeras “imitaciones” de nuestros padres y mayores que luego conformarán parte de nuestras “identificaciones” con las que andamos por el mundo.
     Callois nos señala que el “Ilinx”, está contenido en todos aquellos juegos de vértigo, en el que perdemos por un momento la estabilidad y nos permite un acceso al pánico. Tal sería el caso de los juegos que tanto de niños (aunque algunos de éstos les están prohibidos), como de adultos, vivimos cuando nos sentamos ansiosos y casi desesperados en un montaña rusa, siendo luego los victoriosos que nos bajamos de la misma con un placer de no haber sucumbido a las vueltas, revueltas, caídas y tirabuzones, entre otras cosas, producto de la imaginación de algún lunático ingeniero que bien conocería los vericuetos del alma humana.
     Al hablar de niños, la “Paidía” emerge como la alegría inmensa que observamos en todos aquellos que lo son como en aquellas personas que “juegan como niños”. Una especie de diversión en la que no solo se encuentra etimológicamente el placer sino también, aquella otra versión que generalmente escondemos por temor, vergüenza, o al qué dirán.
     Finalmente y lo hemos dejado a propósito, aparece el “Ludus”, término que da origen a la misma palabra juego. Es el “Ludus”, casi un instinto, aunque sería preferible hablar de “pulsión lúdica”, ya que el instinto es algo fijo y perteneciente más bien a la categoría de los animales y la pulsión, una tendencia que al poder ser simbolizada pertenece específicamente a la esfera de lo humano.
     Tan importante ha sido considerado el juego dentro de la psicología contemporánea que se lo ha vinculado estructuralmente a cierto tipo de terapias como el Psicodrama y la Gestalt y por supuesto, a los tratamiento psicoanalíticos con niños. Los resultados han sido óptimos y han dejado dudas sobre el valor funcional y el poder catártico (“catarsis”, descarga) de la problemática interna de los pacientes.
     Inclusive el juego en tanto actividad física integral, es utilizado terapéuticamente en los casos de pacientes trasplantados.
     También el juego es utilizado dentro de los consultorios para niños como un elemento de psicodiagnóstico y un instrumento psicoterapéutico. El juego es aquí un metacomunicador.
     En algunas situaciones específicas, cuando éstas son propicias los juegos y los deportes son favorecedores de reinserciones sociales. Específicamente nos referimos a los pacientes con patologías graves y que están sujetos a internación hospitalaria.
     El juego sirve para el niño y para algunos adultos como un elemento catártico y hasta poético. Freud (l973) señala que: “podríamos decir que cada niño, en su juego, se comporta como un poeta, ya que crea un mundo propio, o mejor dicho, reordena las cosas de su mundo en una nueva forma que le agrada”.
     Algo parecido en el mundo de los deportes, en los que los seres humanos proyectamos nuestras fantasías de competencia, seguridad, elevación, autoestima, siendo por lo tanto ambos lugares, espacios de desarrollo de la personalidad. Tanto en el juego como en el deporte (en tanto no esté fuertemente vinculado a la profesionalidad), hay un lugar para la fantasía creadora, la imaginación y la adquisición de nuevas formas de psiquismo
     Dentro de los estilos de juegos encontramos aquellos que son de naturaleza funcional, que son los que primordialmente están vinculados a los primeros momentos de la vida del niño. Este  juego solo compromete funciones motoras, acciones relativas al aprendizaje, sensaciones y autopercepciones. El cuerpo “inmnaduro” sería el principal soporte de este tipo de juegos.
      Siguiendo diversos autores, otros juegos tienen ya un carácter mas simbólico. Emergen alrededor de los dos años o dos años y medio, cuando el pensamiento ya está más claramente organizado. Ya existen objetos externos que son manipulados por los niños.
      En el mundo del niño ya el mundo se ha poblado de personas y objetos reconocidos como “el afuera”, y este afuera formará parte de los juegos infantiles. Un tercer tipo de juegos infantiles serán ya aquellos que tienen una marca social formalizada y que están mas sujetos a reglas y normas. El juego es constructivo del área social.

Todo este tipo de juegos, que se irán consolidando en el desarrollo normal del niño, pasarán con el tiempo a formar el “background” del ejercicio deportivo. En este sentido los juegos evolucionan y cuando son institucionalizados, poseen reglas y luego irán a pertenecer al área de la cultura.
     El deporte utilizará la integración asimilada de todo este tipo de juegos infantiles, solo que, ya como es obvio, de una manera sistemática y ordenada en cuanto a fines y objetivos. Este aspecto está referido predominantemente al área de lo psicológico evolutivo. Y será dentro de este aspecto que el juego infantil y el juego adulto, sirve de sostén no solo al placer, sino también a las futuras responsabilidades que el hombre asume en su vida.
     Existen todavía muchas lagunas que recorrer en la relación de la Psicología General y la Psicología aplicada al Deporte. Esto ocurre en razón de la relativa “novedad” de esta especialización. Es así que la hipótesis que guió a este artículo relativo a la posibilidad de “quién juega bien, tendría mayores posibilidades de ser un buen deportista”, requeriría todavía mayores especulaciones y verificaciones. Qué decir de una necesaria y profunda investigación sobre que “cada deporte es sostenido por una determinada estructura de personalidad” o viceversa”

Acaso aquel niño que resalta como líder en juegos,¿ no tendría mayores posibilidades de ser líder en deportes? O aquel niño o joven que jugando en grupo, podrá articularse mejor en todo deporte de equipo?
(Cfrs.J.Dosil,2004)

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